lunes, 6 de enero de 2014

UN POCO DE ARROZ

Shum despertó ccon fuerzas renovadas. Su mar, ya más calmado, se tiñó de verde esmeralda. Mirando, de soslayo, al sol naciente, tomó un trozo del gran queso, que llevaba, en su bolsa y lo degustó, despacio, atrapando, en el paladar, toda su vejez, su sabor, curado y fuerte, como un sudoroso caballo percherón. Aquel simple bocado, sentado en una piedra plana, como un loto, plantado en roca viva, le pareció ternera con arroz. Sería el sendero, sería la rosada mañana, el descanso nocturno o, aquel paraje abierto, que entreveraba el mar, con la montaña, entramándolo todo, como si el puro viento tejiese un dulce tapíz, para nadie. Pero, él, el caminante, estaba allí, con los ojos desnudos, ante la belleza de la simplicidad. Y, fue inmensamente felíz, durante poco más que el aleteante paso de una mariposa monarca. No olvidó que ella había muerto, ni que había una guerra, más allá, donde el mar se oscurece. Pero, asumió la muerte y la violencia, como radios de un todo, palpitante y vivo.

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