martes, 7 de enero de 2014

JINETES

El caminante anduvo, una jornada más, la senda preescogida. Pero, ahora, con unos ojos nuevos, un sentir diferente. Era, no sabía explicarlo, pero, sí... Era como si viera todo, no, como si todo le viera, no, no, como si él y todo se vieran, se reconocieran y se aceptaran, mutuamente. Sin mentiras, sin trampas, sin fatuos espejismos, ni complicados nombres, que impidiesen la nítida percepción de un latido común, un compás universal, una afirmación de la vida, sin rechazar la muerte. Ensimismado, así, tropezó con un palo, una suerte de cayado, que, enredándosele en los pies, por poco lo derriba. Pero, Shum lo tomó, sin ira, como un regalo. Y, apoyado en él, entró en una pequeña posada, con la leve esperanza de un té rojo. Desde fuera, oyó, claras, las tonantes risotadas de unos soldados, de caballería.

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