sábado, 18 de enero de 2014

DOS MUJERES

Helena esbozó una sonrimueca, cuando vio aquella foto, tan diáfana, tan clara, tan irreverentemente sincera, en la que su marido, el presidente, mamaba, con fruición, los desnudos, turgentes y jugosos senos de una señorita, una lumi, mucho más joven que ella, por supuesto. Y por la que habría pagado... O, no... Lo mismo daba. El sexo siempre cobra, de un modo u otro. El sexo cobra y el sentimiento de culpa paga, sin rechistar. Prueba de ello, era el pisito, en ROSALES. Un apartamentito, muy coqueto, sólo para Helena y sus escarcéos. Luego, estaban las joyas y los coches oficiales, las representaciones, ser la primera dama. Por eso, aunque las historias de bragueta de Rulfo nunca la habían escandalizado, ella sabía que, ahora, tendría que asumir el papel de mujer despechada.

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