miércoles, 8 de enero de 2014

LA MUÑECA

Los soldados bebían su sake, mientras jugaban, animadamente, al go, en parejas. Con tropas simuladas, hechas de piedras blancas y negras, tomaban y rendían posiciones, derruían ciudades, arrasaban pueblos, cuyas menudas almas de juguete, no les importaban. Un gato azul pasaba, entre las piernas de los samuráis, fantasmagórico, casi, como un silbido. Parecía buscar su sitio. Hasta que lo encontró, a los pies de una anciana, que se arrullaba, en una mecedora de mimbre. Como una muñeca de carne, inconsciente de ser. La mujer, como intuyendo a Shum, miró a la puerta y le sonrió, desde su bruma, como si reconociera a aquel hijo anhelado, durante mucho tiempo.

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