jueves, 7 de noviembre de 2013

PUERCOESPINES

Para que nada duela, para que la hiel del otro no nos caiga, de lleno, en las pupilas muertas, enfermas de negrura, no solemos mirar en derredor. Acorazado, el hombre puercoespín se protege del mundo, para no romperse, en mil pedazos. Y, así, en un mnímio universo, confortable y tranquilo, vive, sin percibir la piel del otro.

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