martes, 26 de noviembre de 2013

CONDENADO

Pedro Ridruejo compareció, radiante. Los flashes y los micros, tan cortantes, para otros, no parecían incomodarle. De hecho, quien supiera mirar, lo habría visto más alto, más gallardo, convencido de si y de sus razones, para hacer lo que hizo. Sus gesticulantes manos, en perpétuo movimiento, parecían proporcionarle un asidero moral, un aúreo respaldo a su respetabilidad. Pero, de repente, el tigre blanco, en forma de pregunta, saltó a su yugular, cuando un hombrecillo, entreverado en la multitud de periodistas que, a bulto, sin fijarse, casi, sin interés, en el corrupto de turno, cubrían la noticia, le lanzó, indignado, 1 euro, que impactó, de lleno, en las narices, hasta entonces, perfectamente griegas, del orgulloso compareciente, gritando: - Si no vas a devolver nada de lo que nos robaste, almenos, di dónde está el dinero que afanaste, para que todos cojamos lo que nos toca y, después, puedes morirte- Entonces, un inefable nudo atenazó el corazón del corrupto, como un puño, que aprieta el envoltorio de un polvorón. Y,el ladrón trajeado murió, boqueando, mendigando el aire que le faltaba.

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