lunes, 24 de marzo de 2014

LA GRAN TRAICIÓN

Alipio Cejudo se mantuvo en pie, mientras la Guardia Nacional de Murga, armada con Magnums y fusiles de asalto, irrumpía, sin derecho alguno, en El Perlado, que así se llamaba el edificio en que los parlamentarios murgaleses contendían, con afiladas lenguas, sobre leyes y decretos, que hicieran brillar, con luz propia, a la nueva democracia. Y, allí estaban, otra vez, los militarotes, ordenando, con voz cuartelaria, que todos se tiraran, al suelo. Pero, Alipio Cejudo, el presidente electo, que creía en la democracia, pese a provenir de la dictadura, se mantuvo derecho, como una vela, acompañado, en su espartana actitud, por un sólo diputado, el comunista, Eduardo Sierra, que no sabía nada del golpe. - Disparen, ya- exigió, valientemente, Cejudo- Maten al presidente de su país, traidores. Pero, sepan que están hiriendo el orden constitucional, que su Comandante en jefe, el rey Favio III, ha querido impulsar- No cabe duda, vistas desde la distancia, de que las palabras de aquel tonto útil, ahora, desechado, no tuvieron en cuenta la conspiranoica personalidad del monarca, que era el gran traidor, en la sombra.

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