viernes, 7 de marzo de 2014

FUEGO

Encendido, lo vi. Era un remolino de fuego, en mi pupila ciega, una flor llameante, un narciso de lava, que, surgiendo del fondo de mi lago interior, me invitaba a subir, a trepar, conscientemente, con la raíz afirmada, en la tierra del siendo, hacia lo indubitado, lo infinito, lo que es, en realidad. Y, como un destello de verdad, me envolvió el alma. Entonces, sentí la necesidad de ser veraz, y disculparme, por un mal, que, hasta entonces, sólo yo, conocía.

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