lunes, 3 de marzo de 2014

EL TESORO ESCONDIDO

Esto he oído: Un día, una mujer, angustiada, por torrentes de cosas imprevistas, fue a ver al Verdadero. Pero, él no pudo recibirla, porque estaba apunto de morir. Sin embargo, mandó que un monje le aconsejase ser consciente. Ella entendió. Y, sin desanimarse, fue a casa, prendió dos velas, y, sentada en el suelo, hizo anapanasati. Con cada respiración, sintió su cuerpo, desde los pies, hasta la coronilla. Percibió, claramente, las siete ruedas, que la gobernaban, redistribuyendo su energía. Y, por fin supo que, si era consciente de su cuerpo, del mar que lo agitaba, tendría siempre consigo el más preciado tesoro del Buda.

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