Aquella noche, Ricardo se desveló. Así, que sacó el gran álbúm, de tapas rigurosamente negras, que contenían todo lo escrito, desde hacía 16 amargos y resecos años, sobre la violación y el posterior acuchillamiento sañudo, de su hija, Sandra.
Lo peor era que, tras todo aquel tiempo, el silencio seguía siendo un muro impenetrable.
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