En el calabozo, Julia trató de conciliar el sueño. Pero, el chasquido constante de una soga rota y el borbotear de aguas inexistentes y los ronquidos estertóreos de la pequeña Marta, mientras se ahogaba, martillearon tanto su conciencia, que sintió como se le encharcaban los pulmones.
- Quieres asfixiarme, hija de puta- gritó, desesperada-
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