Al salir del precioso cementerio municipal de Santiago, capital de Murga, superado el frondoso eucaliptal, bajo las marmóreas alas de los blancos serafines, custodios de la negra verja, 2 oficiales, rigurosamente uninformados, detuvieron, discretamente, a los padres de la niña muerta, que no habían previsto que los smartphones pueden triangularse.
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