Carta en mano, Ricardo se presentó, nada más descollar el día, en el cuartel de la guardia civil.
En cuanto lo vio, el capitán Ortega le sirvió un té y le dijo, como si hablase con un viejo amigo:
- La jueza, por fin, nos ha autorizado a cotejar el A.D.N. Vamos a capar a ese puerco.
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