sábado, 26 de abril de 2014

VENDAVAL

Sobre el cierzo sin sangre, colgado de la tenue luz obscura, que mana de un abismo sin consuelo, he decidydo estar, serenamente. Sin muertos a la espalda, que pesen, mientras ando. El fantasma, de ojos amarillos, me dejó ayer, mientras dormía caracoles muertos, en el agua insalubre del retrete. Y, no llamé a la musa, por no cambiar la piel de la noche anterior, vacía, simple, embotada por miles de ginebras, que bebí, sin contar, hasta dormirme. La princesa de pago, que recogí, para inspirarme un poco, y, para despertar a mi muerto favorito, lamien do coca, de mi rosado glande, habrá vuelto a su esquina, porque no está en la habitación, y, faltan los 300 euros, que le dejé, en la mesilla. No me juzguen, los santos, por comprar la lujuria, en una calle muerta. Ni, por el vendaval de mis palabras. Mi discurso, descalzo e inconexo, es, sólo, el del borracho que acaba de despertarse de una noche de farra, diseñada para olvidar a un lírio.

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