Edmund miró jugar a la muchacha, a la goma, con otras niñas, de su edad. 8 frágiles, felices e inconscientes años.
Oliscó su perfume a juventud, relamiéndose. fantaseando, ya, con lo que iba a hacer, con ella.
Pero, en estas, mientras él calculaba su jugada, un hombrón dijo el nombre de la cría, y ella acudió, salvándose de una muerte segura. Porque, nuestro lobo era una fiera, contra una débil niña. Pero, frente a un hombre, no era más que un gatito asustado.
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