Klaus se despertó. Miró su mano derecha y, sorprendentemente, estaba allí, al final de su antiguo y despreciable muñón.
Con una mezcla de miedo y alegría, empezó a mover, tímidamente, las falanges de esos 5 dedos, que, hacía bien poco, habían estado muertos. Y, que, un donante altruista, quiso que volvieran a germinar, en otros brazos.
Precisamente, así se sentía, como esa planta, que revive, tras las primeras lluvias, de un reseco verano.
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