viernes, 18 de abril de 2014

EL ENFERMO

Al entrar a la casa, Nacho intuyó que su hijo volvía a estar enfermo. Lo leyó, sin embozo, en la cara de perro de Inalbis, su bendita mujer, que andaba como zombi, con un trapo húmedo, en las manos. Agotada, por haber estado, toda la tarde, empapando la frente, llena de ascuas, de Álex, con la dedicación y la abnegación de la Verónica. Él sopesó besarla. Pero, cobardemente, para que su costilla pelirroja no le contara las penas vespertinas, hizo como si no la viera, aunque ella le rogó, con la mirada, que le quitara aquel inmenso peso, con un simple y escueto:- Estoy aquí- Pero, Nacho, que nunca había aceptado la inhabilitante enfermedad de Álex, fue directo a la cocina, para tragarse su frustración, untada en un sándwich de pavo.

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