martes, 18 de febrero de 2014

LAS DIANAS

El domingo, a las nueve de la mañana, Osvaldo, con sus guantes rotos, tocó a la puerta de la comisaría, nerviosa y repetitivamente. El teniente Agustín Flores, alertado por la cara desencajada del mendigo, que no era usual, en él, se adelantó, para abrirle la puerta. Tras un café caliente, el sintecho soltó la lengua, aterrorizada y tartajosamente: - E..., en, en el contenedor de Miralles, esquina con Pedro Yuste. Brazos, piernas, dos dados...- Entonces, vomitó, en la papelera- Mientras tanto, una mano oscura clavaba dardos, en las fotos de las chicas muertas.

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