sábado, 15 de febrero de 2014

AÑOS DE MÁS

Cuando las monjas lavaron su cuerpo muerto, queatesoraba 120 años de penas y alegrías, Don Damián Fuente Seca pareció recubrirse de una santidad, que nunca había buscado. Nació, por aje, el mismo año en que España, escribiendo de perlas, se fue al carajo, por un maldito barco yanky, que hundió algún malnacido, de Dallas, para arriba. No, 1898 no fue bueno, para nadie, en esta piel de toro. Y, menos, para Doña Virtudes Olivenza, que odiaba a aquel amoratado y sucio gitapayito, que le había salido, del coño, a su hija. Doña Virtu hizo de todo, para alejar a Dimas de Elena y de Damián. Pero, nada pudo, contra el amor de aquellos dos imbéciles, que preferían comer pan y cebolla, a separarse. No obstante, el vaso se colmó, cuando, ambos, y el niño, se trasladaron a un campamento gitano. Aquello fue un puñal, para Doña Virtudes, que tomó, como una gran deshonrra, ver a su hija, una educada señorita sevillana, rodeada de mugre y de seres animalescos. Por eso, denunció a Dimas, tachándolo de secuestrador y de ladrón. Y, con su falso testimonio, que, en Sevilla, pesaba un quintal, logró que condenaran al muchacho, a ir al frente. Además, entregó al bebé, a unas madres carmelitas. Pero, aquello no fue lo peor, que perjeñó, Doña Virtudes. Las malas lenguas, de aquella época, aseguraban que, en el fragor de una disputa, la señora tiró a su hija, escaleras abajo.

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