domingo, 16 de febrero de 2014

LA DAGA

Aquella daga, que Puambe llevaba, al cinto, significaba que ya había cumplido 14. Orgulloso, empuñó el afilado cuchillo, cuyo mango, de cuerno de gacela, suave, al tacto, le acarició la palma, confiriéndole una seguridad, casi mágica. Para cerciorarse de que era verdad, de que no estaba soñando, el chico se miró el sexo, comprobando, satisfecho, que ya no había prepucio. Los chamanes zambu no debían tener cubierto su glande, para no contaminar su semilla. No, no era un guerrero, sinó, un chamán, como lo era su padre, su abuelo y, su bisabuelo, antes que todos ellos. las escamas de mamba, escarificadas, al rededor de sus ojos, gracias a las cuales, podía ver el Kril, el mundo de los dioses y, los espíritus, atestiguaban eso. Miró a la luna, que, a partir de entonces, sería su madre. Y, en un latido, supo que un ñu corría, dentro de él, que era su animal, su protector.

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