viernes, 20 de diciembre de 2013
UNA CASA VACÍA
Luisa sintió que aquellas navidades ya no eran las de siempre, ya no olían a pavo, ni, tampoco, a su famoso relleno de castañas. También, los postres brillaron, por su ausencia: El puding de chocolate, la tarta de manzana y el pan de higo, que, cuando Irene era pequeña, amasaban, juntas, tendrían que esperar.
Luisa sacó, del tercer cajón del aparador, el paquete de DUCADOS, que se había propuesto no tocar, lo abrió y se encendió uno, con desgana.
Entre oes de humo, se preguntó si había hecho bien, dejándola volar, a Madrid, cerca del capitán y, lejos, de ella.
Concluyó, apesadumbrada, que si, que ella, por más que la quisiese, hasta dolerle el alma, no podía pagarle los estudios.
En fin, el capitán lo haría, mientras, ella la veía crecer, por SKYPE.
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