miércoles, 25 de diciembre de 2013

NAVIDADES DORMILONAS

El despertador sonó, con su agudo y tintineante timbre. Nicolás rezongó, malhumorado, y se arrebujó, bajo las pesadas mantas, sólo un segundo más. Sólo un cálido minuto. Siquiera, un breve instante, en la gélida mañana lapona del 26 de diciembre. 26 de diciembre. Se percató, entonces, al manotear al aire, para acallar aquellas criminales campanillas y aquel jou, jou, jou, grabado, de que había estado durmiendo, desde después del chocolate con buñuelos de la tarde del 23. Era estúpido, estúpido, estúpido... Sabía, perfectamente, que, un chocolate calentito, con tortitas de jarabe de mora y nata, siempre le daba un sueño casi letárgico. Por suerte, Rudolph, estaba allí, pues, su roja naríz era una perfecta máquina del tiempo.

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