El rayo azul de Akshobhia ha tomado mi mente. Como sus grandes elefantes, permanezco tranquilamente establecido en el océano samsárico, cuyas olas, violentas y espumosas, no abaten mi calmada figura, porque son ficciones, y, ahora, lo veo, claro, como al relámpago añil, que, preñado de fulgores, atraviesa la negra nube.
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