sábado, 7 de marzo de 2015
REFLEJOS
Allí, sentado en el café, sólo sentado. Sin hacer nada más que doblar, cuidadosamente una servilletita de papel, hasta dar forma a una grulla blanca, atravesada, a veces, por una discontinua línea, azul marino, Leo se percibió.
Sintió su enfado como agua estancada, sucia, cual nube negra, que le cortaba la respiración.
La veía. Ahora, sólo sentado, en la mínima terracita del Suances, pudo mirar, directamente a los ojos, a la Gorgona de su ira, impulsada por las Harpías de su impotencia. Y, respirando, poco a poco, sólo sentado, consiguió que se fueran, sin dañarle. Aunque, no, sin pelear.
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