La tumba estaba allí, frente a sus ojos.
La madre, Nieves, helada, cual su nombre, dormitaba, en el nicho, soñando tilos blancos y manzanas.
Su hijo, impotente, enfadado, rabioso, por no haber podido protegerla, pateeó un papel arrugado.
- Ella se equivocó- afirmó Carlos, en voz queda, a su tía, mientras abandonaban el camposanto- no debió perdonarle-
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