Desde muy niño, Upaksa veía el sufrimiento de los demás. Eran, como manchas negras, latiendo, en el pecho de la gente.
A su abuela, no le pareció nada raro. Es más, le dijo:
- Upaksita, a quien veas, así, dañado, háblale, como si tu lengua fuese azúcar-
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