viernes, 26 de diciembre de 2014

LA VERDAD

El alquimista, cansado de trocar el plomo en oro, por la insana avaricia de su rey, quiso marcharse, abandonarlo todo, vagar, hasta perderse, entre las dunas. Una sonrisa boba, como aquella que tenía de niño, cuando correteaba por los llanos de Kial, sin otro deséo que respirar el aire fresco, que aleteaba, frente a su cara, volvió a dibujársele, cuando comprendió que, todo cuanto debía hacer, para librarse de la pesadumbre que le alienaba era soltar lo que él creía ser, y, reinventarse.

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