lunes, 20 de octubre de 2014

EL VIEJO

Sentado a la puerta de su casa, sobre una crujiente sillita, de mimbre, haciendo girar, displicente, aunque, continuamente, su bastón, el viejo veía pasar, cada tarde, a un grupo de niños, 15, un día, se entretuvo en contarlos, que volvían de clase, felices, llenos de energía, con proyectos de sobra. Prácticamente, inmortales. Don Matías, con los ojos clavados en ellos, anhelaba el tiempo en que sintió aquel fuego, aparentemente, inagotable.

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