viernes, 3 de octubre de 2014

BRILLO

La consciencia es la luz, tan bella y dulce, que funde el corazón, y, lo hace agua, para que beba todo aquel que sufra, y sane de su mal. Ésta es la noble antorcha, que los protectores encomendaron a los bodisatbas. Es árdua la taréa y reseca los huesos de quien comienza a desbrozar el bosque del samsara, a machetazos. Por eso, este harapiento, que comienza a degustar la amargura del vino, que ha escogido, se postra ante Tara, la nacida de las lágrimas, la siempre compasiva, para que ensanche, sin romperlo, el latido de éste, mi corazón, para que bata al compás de todos los seres, no haciendo daño y curando al afligido. Hom Tare, tu Tare, turé, suaha.

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