En el telar, dibujo mi alma viva, con sedas escarlatas y purpúreas.
Cada pespunte mío, y, de otros muchos, configura mi ser, sin pretenderlo. Pero, tan perfecta y libremente, se perfila, que pareciera haber estado allí, siempre, como un transparente y bellísimo diamante.
Sólo, quien lo talló sabe el esfuerzo, la piel que se ha dejado, las jornadas infructíferas y muertas. Sin embargo, vale la pena labrarse un alma, que te abrigue, en el áspero invierno.
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