sábado, 27 de septiembre de 2014

COMPRENDER

A veces, cuando, bebiendo de la búdica fuente, brota algún pensamiento amargo, que enturbia la sidártica agua, trato de apartarlo. Pero, no funciona, no sirve. El bastardo, cabezota, como su hospedero, se clava, duele y daña, como garras de fiera. Sin embargo, cuando me tiene presa la garganta, tanto que creo que me desgarrará, le miro a sus flamígeros ojos y veo que no es nada, salvo un miedo absurdo, una angustia, un deséo una envidia, que avergonzada, se cubre el níveo rostro, con sus, ya inservibles zarpas. Y, me río, al tiempo que arranco la arenisca, que pesa en mi garganta, para seguir bebiendo el agua del descanso.

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